Kinra: el abandono estatal al cine popular peruano en su camino a los Óscar
Una vez más, el Estado peruano le da la espalda al arte que verdaderamente representa al pueblo. La película Kinra, hablada en quechua y que retrata la dura realidad de la migración campesina, lucha sola en su camino hacia los Óscar 2026, sin el apoyo que merecen las voces populares.
Dirigida por Marco Panatonic, esta producción ganó el Festival de Mar del Plata en 2023 y fue elegida por el Ministerio de Cultura como precandidata de Perú. Pero ahí terminó el compromiso oficial. El director ni siquiera pudo viajar a Estados Unidos porque no tiene visa, mientras el productor Walter Manrique hace malabares para promocionar la película con recursos mínimos.
La desigualdad en la competencia internacional
"La lucha es muy difícil. Sabemos que Anora, la película que ganó el año pasado, gastó seis millones de dólares", explica Manrique desde Los Ángeles. Mientras tanto, Kinra enfrenta esta batalla con una liquidez económica que "da hasta risa", según sus propias palabras.
El contraste es brutal: otros países invierten millones en sus campañas mientras Perú abandona a sus representantes. El Ministerio de Cultura ofrece estímulos insuficientes que no permiten competir de igual a igual con las maquinarias publicitarias internacionales.
PROMPERÚ rechaza apoyar la realidad peruana
La situación se vuelve más indignante cuando conocemos que PROMPERÚ se negó a apoyar Kinra con dos excusas reveladoras: que "escapaba de sus competencias" y que "no se alineaba" con lo que buscan promover.
¿Acaso una película en quechua sobre la migración campesina no representa a los peruanos? Esta decisión expone la mentalidad elitista que prefiere mostrar un país perfecto antes que reconocer las luchas reales del pueblo.
"Creemos que tenemos que pintar la apariencia de un país perfecto", critica Manrique. "¿Cuántas películas alemanas no se habrían hecho sobre la Segunda Guerra Mundial? Es importante aprovechar el cine para reconocernos".
La nueva ley de cine: otro obstáculo para los creadores
Los cambios en la ley de cine, impulsados por el Congreso, han complicado aún más la situación. Los plazos burocráticos juegan en contra de los tiempos internacionales, y los fondos llegan tarde o nunca.
Manrique no oculta que la falta de apoyo también tiene tintes políticos: "Quizá la ausencia de apoyo obedece a aspectos políticos; no somos un perfil muy agradable para muchos funcionarios públicos".
El ejemplo de Brasil y su cine comprometido
Mientras Perú abandona a sus cineastas, Brasil demostró el año pasado cómo se debe apoyar el arte comprometido. "Aún estoy aquí", sobre las desapariciones forzadas durante la dictadura, no solo ganó el Óscar sino que fue un fenómeno comercial con más de tres millones de espectadores.
Esa película, financiada por fondos públicos para lenguas originarias, llegó a Estados Unidos respaldada tanto por la crítica como por su pueblo. Un ejemplo de cómo el Estado puede y debe apoyar el cine que cuenta verdades incómodas.
Un sistema que privilegia lo comercial sobre lo popular
En Perú, Kinra tuvo pocas salas porque "no es atractiva para los cines". Su duración de dos horas y cuarenta minutos la convierte en menos rentable que dos películas comerciales.
"El público está dividido", reflexiona Manrique. "Creen que el cine peruano es entretenimiento fácil, pero hay otro cine que logra premios pero que es 'aburrido'". Por eso defiende la cuota de pantalla, una medida que garantizaría espacios para el cine nacional.
El 16 de diciembre se anunciarán las finalistas al Óscar 2026. Kinra competirá, pero sola, sin el respaldo que merece una película que habla en la lengua de nuestros ancestros y cuenta las historias de los más humildes.
Una vez más, el Estado peruano demuestra de qué lado está: no del pueblo que migra, no de los idiomas originarios, no del arte que incomoda. Mientras tanto, Kinra sigue su camino, representando con dignidad a un país que la abandonó.